SALAS DE ARTE GRIEGO Dra. María Castro Miranda El arte griego ocupa un lugar relevante en la colección Condes de Lagunillas del Museo Nacional de Bellas Artes, tanto por la calidad y cantidad de sus exponentes como por su estado de conservación, variedad de materiales, estilos, formas y técnicas. Comprende manifestaciones de los principales períodos del desarrollo de la cultura helénica ordenados cronoló-gicamente para facilitar al visitante la comprensión gradual de la evolución estilística, aunque en algunas ocasiones se han agrupado en núcleos específicos por constituir grupos homogéneos. Una primera incursión nos enfrenta al mundo pre-helénico y arcaico represen-tado por un ídolo cicládico del tercer mile-nio a.n.e., bellas gemas minoicas del segundo milenio a.n.e., logrados bronces del período geométrico y estatuillas del período arcaico. La Sala de Escultura incluye una cabeza de kouros, una importante serie de estelas funerarias, una cabeza de caballo de corte fidíaco, una cabeza scopásica, torsos de influencia praxitélica y ex-celentes copias romanas de cabezas y esculturas de originales griegos que completan la visión de la estatuaria griega del período arcaico, clásico y helenístico. El mundo helenístico está representado, además, en una sala de obras de pequeño formato y de artes aplicadas con vidrios de vistosos colores, bronces con dioses del panteón griego y figuras alegóricas, terracotas, encantadoras figu-ritas de Tanagra, relieves tarentinos, cabe-citas alejandrinas, joyas y gemas del período. En este despliegue se distingue por su riqueza y belleza la Sala de Cerámica que ofrece un amplio panorama de la producción de los alfareros griegos que se extiende desde el segundo milenio a.n.e., con la cerámica micénica, hasta el siglo III a.n.e., con una hidria del cementerio de Hadra, en Egipto, del período helenístico. La cerámica ática de figuras negras y de figuras rojas de los siglos VI y V a.n.e. descuella por la calidad y belleza de formas en variado número de cráteras, ánforas, hidrias, cántaros, lécitos, copas y escifos. Asimismo, un ánfora panatenaica del siglo VI a.n.e., la pieza más notable del arcaísmo tardío, merece mención aparte por reflejar uno de los momentos más representativos de los festivales reli-giosos de los atenienses. La cerámica del sur de Italia, donde florecieron las más ricas colonias griegas de occidente, con hermosos ejemplares de cráteras y pélices apuliotas así como un ánfora de Campania y un pixis de Sicilia, cierra el ciclo expositivo de la cerámica griega. Gran variedad de temas de la mitología y de la vida cotidiana aparecen en las pulidas superficies de estos vasos por-tadores de un mensaje de más de un milenio de vida y cultura griegas. SALA 1. CULTURAS PREHELÉNICA, GEOMÉTRICA Y ARCAICA DE PEQUEÑO FORMATO El despliegue de la colección de arte griego se inicia con un núcleo correspondiente a las culturas cicládica, minoica, geométrica y arcaica de pequeño formato. Un ídolo cicládico de mármol, datado en el tercer milenio a.n.e. evi-dencia la más temprana actividad artística de la región del Egeo. Tres sellos grabados en piedra dura con motivos geométricos y figurativos son bien con-servados exponentes de la glíptica mi-noica. Después de la desaparición de la cultura micénica, tras la invasión de los dorios a Grecia, ciudades como Micenas, Pilos, Tirinto y Esparta sufrieron un re-troceso considerable en su desarrollo artístico y no fue hasta el llamado período geométrico que de nuevo encontramos un arte muy expresivo y lleno de rigor, como el que podemos observar en el caballito de bronce datado en el siglo VIII a.n.e. El bronce fue siempre un material muy apreciado por los griegos, tanto para las esculturas de gran tamaño como para las estatuillas y adornos. Desafortuna-damente, el valor intrínseco de este material -que siempre podía ser fundido y reutilizado-, determinó en muchos casos la destrucción de valiosas obras. Dos figu-ritas de hombre y la de un estilizado guerrero con casco de alta cimera nos hablan del dominio de la técnica del va-ciado en bronce, conocida desde muy antiguo por los griegos. También la arcilla, tan abundante en muchas regiones del Mediterráneo y de fácil acceso y excelente calidad en Grecia, fue desde muy temprano utilizada por los artistas del período arcaico, bien como ofrenda votiva, como pudiera ser la figura de arcilla de una mujer sentada de nuestra colección, como simple objeto con valor religioso o como adorno de carácter doméstico. La acabada cabeza arcaica de un kouros en piedra caliza, quizás chipriota, nos anuncia el desarrollo ascen-dente de la plástica griega y nos invita a continuar el recorrido por la próxima sala de escultura griega. SALA 2. ESCULTURA DEL PERÍODO ARCAICO, CLÁSICO Y HELENÍSTICO La escultura pétrea exenta de tamaño natural y mayor no aparece en Grecia hasta después de la segunda mitad del siglo VII a.n.e. Antes de esa fecha las imágenes del culto religioso eran pe-queñas y de madera. Al menos hasta el período helenístico, la escultura griega desempeñó una función fundamentalmente religiosa. Frisos, relieves y acroteras formaban parte de la decoración del templo en cuya estancia principal, la cella, se encontraba la estatua del dios tutelar. En el exterior de los santuarios, innumerables esculturas significaban las ofrendas votivas. Los mo-numentos funerarios incluían estelas decoradas con relieves, grandes vasos de piedra o estatuas. Un triunfo atlético también podía representar la erección de una escultura en honor del ganador, como ocurría en Olimpia y en los demás san-tuarios panhelénicos. Las primeras esculturas de gran formato en las que se evidencia la inspiración recibida de los contactos con el Oriente, principalmente Egipto y Mesopotamia, pronto evolucionaron desde los esquemas más estilizados hasta un naturalismo que pone de manifiesto la pasión de los griegos por la figura humana. Este mar-cado antropomorfismo caracteriza todas las expresiones del arte griego en la Antigüedad y en la escultura alcanzó su más alta expresión con el estudio y el dominio de los caracteres formales de la fisonomía humana en sus múltiple poses y gestos. El paulatino avance en el cono-cimiento de las diversas formas del movi-miento expresadas en giros, torsiones, tensiones, extensiones y relajamiento muscular fue el centro de interés del escultor griego durante siglos. El dra-peado se convirtió en un increíble indicador de texturas y transparencias que, al lograr alcanzar una correcta corres-pondencia con la realidad corpórea, se integró a ella como parte esencial. Las figuras de los frontispicios del Partenón, en el período clásico, y los relieves de los frisos del altar de Pérgamo, en el período helenístico, son claros ejemplos de este desarrollo. La Sala de Escultura griega del Museo Nacional de Bellas Artes comprende manifestaciones de los períodos arcaico, clásico y helenístico así como copias romanas de originales griegos del siglo IV a.n.e. Una cabeza de kouros arcaica en piedra caliza, datada en el siglo VI a.n.e., inicia al visitante por un recorrido que lo conduce hacia el mundo clásico representado por una cabeza de caballo del siglo V a.n.e. y dos estelas funerarias áticas de fino acabado. Una preciosa cabeza de Afrodita en mármol de Paros de comienzos del siglo IV a.n.e. y otra de influencia sco-pásica de excelente factura constituyen ejemplos de la maestría alcanzada por los escultores griegos del período clásico. Se destaca entre el conjunto de tres im-portantes torsos masculinos el de un sátiro de influencia praxitélica de gran calidad, que muestra la excelencia de los copistas romanos, conocido por más de veintitrés copias con el mismo tema, loca-lizadas en diversos museos del mundo. Una cabeza de la escuela de Pérgamo en mármol asiático, una cabeza idealizada de Alejandro Magno, así como varios retratos de hombre, torsos de Afrodita, una estatua del tipo Sófocles, una cabeza de kouros arcaizante y una impresionante cabeza de hombre del tipo llamado pseudoséneca de cuyo original helenístico se conocen cerca de cuarenta copias, completan nuestro recorrido por la sala de plástica griega. SALA 3. HELENÍSTICA Vidrios, terracotas, bronces, piedras ta-rentinas, mármoles alejandrinos, joyas y gemas. VIDRIOS Las producciones más tempranas del vidrio en la Antigüedad se sitúan en Egipto y Mesopotamia. En la cuenca oriental del Mediterráneo fue donde se descubrió que al fundir una mezcla de arena, cenizas y óxidos metálicos se producía un material duradero, lustroso y de brillantes colores del cual podían formarse diversos objetos de usos múltiples. Las cuentas para collares y los recipientes para perfumes y cosméticos fueron las formas más populares. Los exponentes mostrados en esta sala corresponden al período comprendido entre la época de Alejandro Magno y el ini-cio del imperio romano. Se utilizaban para guardar ungüentos, esencias y aceites fil-trados con pétalos de flores y hierbas olorosas que suplían a nuestros perfumes y jabones modernos. Los vidrios helenísticos se construían mediante la aplicación del vidrio fundido a una varilla metálica alrededor de la cual se había fabricado la forma deseada en arcilla y otros elementos. Luego se aplicaban colores adicionales para la de-coración de las guirnaldas y se obtenían así recipientes de bellos colores y ele-gantes formas como los que encontramos en nuestras salas. Son siempre de pe-queño formato pues no fue hasta el final del helenismo que, coincidiendo con el auge de Roma, se descubrió el vidrio soplado, de amplias posibilidades para la ejecución. TERRACOTAS El término terracota se aplica a estatuillas y relieves pequeños de arcilla cocida y coloreada fabricadas por los griegos desde la época micénica y cuya función principal como ofrendas votivas se evidencia por los numerosos hallazgos en las excavaciones de los santuarios, aunque también han sido encontradas en tumbas. Debido a su plasticidad y a su abundancia la arcilla favoreció el desa-rrollo creciente de estas figuritas de dioses, héroes, soldados, niños, ani-males y personificaciones en Grecia. Modeladas a mano, hechas en el torno o con moldes, se cubrían con un engobe de arcilla blanca, antes de ser introducidas en el horno. Luego de su cocción se pintaban con colores de temperas de vivos tonos y adquirían así su apariencia definitiva. La mayoría se destinaba a objetos de ofrenda o de culto, pero también con esta misma técnica se cons-truían juguetes para los niños y las piezas más logradas se conservaban como adornos del hogar. A partir del siglo IV a.n.e. su número se incrementó, se ampliaron los temas y se perfeccionaron las técnicas utilizadas. Una Afrodita con Eros, una Atenea, una cariátide, una lámpara, un niño con manto y la cabeza de un sátiro joven en nuestra colección son muestra fehaciente de la excelente factura alcanzada por los Koroplastes griegos. FIGURAS DE TANAGRA Estas graciosas figuritas de terracota toman su nombre del cementerio de la antigua ciudad de Tanagra, en Beocia, al norte del Ática, donde un gran número de ellas fue encontrado en excavaciones ilícitas en la séptima década del siglo XIX. El repertorio consiste, fundamentalmente, en mujeres drapeadas, casi siempre de pie, aunque las posiciones pueden variar a favor de la danza, de algún juego o alguna actividad de la vida cotidiana. También encontramos hombres, figuras de Eros y Nike volando, deidades entre las cuales Afrodita es una favorita, jóvenes, sátiros, niños y figuras aladas, entre otros. El encanto de la gran variedad de poses y movimientos está acentuado por los objetos que portan las figuras -espejos, abanicos, frutas, instrumentos musicales y pequeños animalitos-, y por la belleza del tocado y de los pliegues del drapeado de las túnicas y los mantos, en el caso de las mujeres. Ello hace que el atuendo constituya un verdadero derroche de coquetería femenina. Estas figuritas se construían en moldes de varios tipos y luego se unían las diversas partes a las que se les añadían los detalles bien modelados a mano o hechos con ayuda del torno. El pro-cedimiento facilitaba la diversidad de gestos y formas que las caracterizaban, por eso se dice que todas las Tanagras son hermanas, pero que no hay ninguna gemela. Bellamente decoradas en colores ocre, rojo, amarillo, azul, verde, blanco y negro, a veces inclusive con polvo de oro, ofrecían en esta amplia paleta una agradable policromía cuyos vestigios aún encontramos en los bien conservados ejemplares de nuestra colección. BRONCES El bronce es una aleación de cobre y estaño que una vez vaciado, pulido y adornado con incisiones, ofrece una superficie de agradable textura, es duradero y portable. Desde muy temprano dominaron los griegos la técnica del vaciado llamado de cera perdida, consis-tente en preparar un modelo de cera, re-vestirlo de arcilla y quemarlo en el horno. Cuando se endurecía la arcilla y se derretía la cera, quedaba un espacio libre que inmediatamente era rellenado con bronce fundido. Al enfriarse, era separado fácilmente del molde y retocado. Durante más de mil años las civilizaciones de Grecia, Etruria y Roma utilizaron este material para sus ofrendas votivas a los dioses, tal como demuestran los hallazgos en los santuarios de Olimpia, Delfos y las excavaciones en la acrópolis de Atenas. El repertorio de estas ofrendas cuyo objetivo era agradar a los dioses, o, simplemente agradecer un favor prestado por la deidad en caso de guerra, enfermedad, negocio, u otra circunstancia, incluye figuritas de bronce de pequeño formato con dioses, atletas, guerreros, animales y grotescos, como seres indi-viduales, en grupos y también como adornos en objetos de mayor tamaño co-mo crátera, trípodes y lámparas. Apolo y Afrodita, del panteón griego, y Harpócrates, del panteón egipcio, son ejemplos de nuestra colección que muestran la maestría alcanzada por los toreutas griegos del período helenístico, aunque uno de los Apolos pudiese ser una bien lograda obra de época moderna. La figura de un sátiro sobre una cabra y una leona devorando un conejo completan este variado grupo de bellos bronces helenísticos. PIEDRAS TARENTINAS El desarrollo alcanzado en Grecia a partir del siglo VIII a.n.e., unido a con-tradicciones políticas, exceso de po-blación y escasez de tierras fértiles, determinó el fenómeno de la colonización de territorios en la cuenca oriental del Mediterráneo y en las costas del sur de Italia y Sicilia. Así Esparta fundó en el año 706 a.n.e. la ciudad de Tarento, en una península del mismo nombre en Italia, en el territorio que desde la época de Augusto se denominó Apulia. Tarento se desarrolló como una de las colonias griegas más florecientes y de ello dan fe los numerosos hallazgos de monumentos, vasos, relieves, terracotas, metales y joyas de las necrópolis tarentinas. La ciudad contaba solamente con piedra caliza para sus construcciones que luego eran estucadas y sobre las cuales se aplicaban brillantes colores. La falta de mármol no limitó las creaciones de los artistas tarentinos quienes supieron ex-presar en la piedra de Apulia su fino gusto por la decoración figurativa y su excelente técnica escultórica. Elegantes capiteles como los que mostramos en nuestra sala coronaban las columnas de orden corintio con espigados roleos vegetales y hojas de acanto en armoniosos diseños en templos y edificios públicos. Los relieves ta-rentinos de nuestra colección completan este conjunto que, inspirado en el cla-sicismo tardío ateniense, muestra la excelencia de las producciones griegas del Mediterráneo occidental. MÁRMOLES ALEJANDRINOS La ciudad de Alejandría, fundada por Alejandro Magno tras su conquista de Egipto y engrandecida por la dinastía de los Ptolomeos, se convirtió en la gran capital del helenismo. Nacida del poder de los nuevos gobernantes, diseñada por excelentes arquitectos y favorecida por su ubicación geográfica, fue centro de es-tudio e investigación donde se con-centraron eruditos, artistas, filósofos y bibliófilos. La gran experiencia acumulada por los escultores griegos, ahora en contacto con el Oriente, adquirirá una nueva dimensión, un gusto por la serenidad en las expresiones y una mayor amplitud en los temas tratados. Perte-necientes a nuestra colección, un conjunto de cabezas de hombres y mujeres esculpidas en fino mármol translúcido reproducen de forma naturalista el nuevo carácter del mundo alejandrino, mediante un delicado modelado logrado por las suaves transiciones de los diferentes planos y de las texturas de las supe-rficies. GLÍPTICA Y ORFEBRERÍA El arte de grabar en piedras duras para ser utilizadas como sello se remonta a Babilonia en el cuarto milenio a.n.e., y posee una larga tradición que proviene del arte cretense y de la época micénica. Estos sellos -o gemas, como también se llaman- ofrecen una panorámica del arte griego en miniatura desde el período geométrico al helenismo en una sucesión continua. Los temas similares a los de la escultura y la pintura sorprenden por el rigor del detalle y la complejidad de los diseños. Las gemas griegas se utilizaban fundamentalmente como sellos de identificación para salvaguardar valores y posteriormente también como ornamentos y amuletos. Cornalina, calcedonia, ágata, jaspe, lapislázuli y cristal de roca eran las piedras más usadas por su belleza y dureza. Junto a los temas mitológicos como los de Leda y el cisne, Apolo y su lira, Dionisos y Pan, aparecen a partir del siglo IV .a.n.e. temas de la vida real como se observa en nuestra colección en la estilizada figura de un joven guerrero. Notable por su delicadeza y variedad de técnicas es el trabajo de los orfebres griegos ejemplificados en dos pares de aretes de oro macizo con diseño natu-ralista, en técnica de filigrana, granulación y repujado. SALA 4. CERÁMICA Uno de los núcleos más valiosos de la colección de arte griego lo constituye, sin lugar a dudas, la cerámica. Se trata de más de un centenar de ceramos cuya datación abarca un período de más de un milenio de vida griega y que representa por sus valores históricos, arqueológicos y artísticos un excelente paradigma de la producción alfarera del mundo helénico. Notable es el estado de conservación de las piezas, la variedad de formas y estilos así como la representatividad iconográfica de esta colección de vasos griegos, considerada una de las más completas de América Latina. La colección posee tres admirables vasos del período micénico, representaciones beocias, chipriotas y áticas del período geométrico, así como del estilo orientalizante que floreció en Corinto en el siglo VII a.n.e. Descuella por la pureza de la línea y la precisión del dibujo la cerámica ática de figuras negras y de figuras rojas de los siglos VI y V a.n.e. Del primer estilo mencionado son las ánforas de cuello, las cráteras y numerosas copas que incluyen los tipos de comastas de labio, de bandas y de ojos, en las que se puede apreciar el desarrollo gradual de estas formas en el Ática. Varias hidrias y gráciles oinocoes y pelices nos acercan, junto con las copas, al mundo de los bebedores de vino y de las costumbres de la cultura vitícola de los griegos. En vitrina exenta se destaca un ánfora panatenaica, uno de los vasos que llenos de aceite ganaban los atletas vencedores en las competencias cele-bradas cada cuatro años en Atenas con motivo de las Grandes Panateneas. En los vasos más pequeños toda la grandeza del arcaísmo griego se nos revela en los aríbalos, las fíales, lecitos y alabastra, que junto a las refinadas píxi-des del tocador femenino nos hablan de un mundo maravilloso atrapado en las finas incisiones de un estilo que cautiva por su sencillez. A finales del siglo VI a.n.e. se produce una revolución técnica en la cerámica griega al invertir el esquema decorativo acos-tumbrado. Con la técnica de figuras rojas los contornos reservados en el color natural de arcilla se destacan sobre un fondo negro brillante permitiendo al artista mayores posibilidades de expresión en los detalles, así como la posibilidad de incursionar, por primera vez, en la pers-pectiva. Primarán a partir de ahora los temas de la vida cotidiana como el amor, la muerte, la guerra, la música, la danza, el deporte y el banquete, presentes en ánforas, cráteras, hidrias y oinocoes de nuestra colección. Mención especial merecen las copas de elegantes pies decoradas con maestría por destacados artistas como el Pintor de Telefos, el Pintor de Pentesilea, el Pintor de la Clínica y el Pintor de Makrón, que, en vitrina aparte, ilustra los adelantos téc-nicos de los alfareros áticos del período clásico. El desastre causado en Grecia por la guerra del Peloponeso afectó los mer-cados usuales de los griegos y la producción cerámica cambió su centro hacia la Magna Grecia y fue allí, en el sur de Italia, donde floreció un estilo muy peculiar que cuenta con bellos exponentes en la colección cubana. Las floridas cráteras de volutas de Apulia, los vasos de Sicilia y Campania, con Dionisos, Eros y Afrodita, en un marco de una vegetación exuberante, cierran el ciclo de una de las manifestaciones más ricas del arte griego: la cerámica. La última vitrina con una hidria de Hadra datada en el 250 a.n.e. concluye nuestro periplo, no sin haber dejado en el visitante avezado una comprensión más cabal del arte de los griegos.